domingo, 17 de mayo de 2009

El experimento de Milgram

"No ser de lo peor que hay es casi estar a nivel de un elogio"
Shakeaspeare.

En 1961 el psicólogo Stanley Milgram realizó un experimento de psicología social que se conoce como el “experimento de Milgram”. El propósito de dicho experimento era medir en los participantes la obediencia de órdenes de una autoridad, aun cuando las órdenes puedan entrar en conflicto con su conciencia personal.

Milgram decidió realizar el experimento después de seguir, en 1960, el juicio contra Adolf Eichmann. Eichmann fue sentenciado a muerte en Jerusalén por crímenes contra la humanidad durante el régimen nazi en Alemania. La defensa de Eichmann era que él solo seguía órdenes, que él no tenía nada en contra de los judíos. Milgram se preguntó entonces si era posible llegar a tal punto sólo por obedecer órdenes de autoridad.
Para encontrar participantes colocaron anuncios en los periódicos donde se reclamaban voluntarios para un experimento sobre la memoria y el aprendizaje. A los participantes se les pagaría cuatro dólares más dietas. A los participantes que se presentaron se les ocultó la verdadera finalidad del experimento.
Según Milgram, el experimento se realizaba de la siguiente manera:
Se selecciona a dos participantes para cada ensayo. Uno de ellos es un participante voluntario, el otro es un miembro de la investigación que se hace pasar por participante. Se les dice que están participando en un experimento para comprobar los efectos del castigo en el comportamiento a la hora de aprender. A continuación cada uno de los participantes saca un papel de dentro de una caja que determinará el rol que jugaran dentro del experimento. El cómplice coge su papel y dice que le ha tocado ser “alumno”. El verdadero participante voluntario coge el otro papel y ve que pone “maestro”.
Realmente en los dos papeles ponía maestro, era una forma de que siempre tocase ser maestro a los verdaderos participantes que se iban a estudiar.
Separados por un módulo de vidrio, el maestro y el alumno se sientan en una especie de silla eléctrica y al alumno se le colocan unos electrodos con crema para “evitar quemaduras”. Después de esto se señala que las descargas pueden llegar a ser extremadamente dolorosas pero que no causaran daños irreversibles. Todo este proceso es observado por el verdadero participante, el maestro.




Se comienza dando una descarga de 45 voltios tanto al maestro como al alumno, con el fin de que el maestro compruebe el dolor del castigo que recibirá su alumno. EL investigador se sienta en el mismo módulo en el que está el maestro y le proporciona una lista con pares de palabras que debe enseñar al alumno. El maestro comenzará leyendo la lista al alumno y al terminar le leerá únicamente la primera mitad de los pares de palabras, dando al alumno cuatro posibles respuestas para cada una de ellas. El alumno seleccionará cual es la respuesta correcta presionando un botón (de entre cuatro, en función de cual crea que sea la respuesta correcta). Si el alumno se equivoca recibirá del maestro una primera descarga de 15 voltios que irá aumentando en intensidad hasta multiplicarse por 30 (es decir, 450 voltios). Si la respuesta es correcta se pasará a la siguiente.
El maestro cree que realmente está dando descargas al alumno, pero realmente es todo simulado. El alumno, que es el cómplice, simula los efectos de sucesivas descargas. A medida que el nivel de descargas iba aumentando, el alumno comenzaba a golpear el vidrio que le separaba del maestro y se quejaba de su condición de enfermo del corazón. Luego gritaba de dolor y al alcanzar los 270 voltios gritaba de agonía. Lo que el participante, el maestro, escuchaba en realidad era una grabación de gritos de dolor.
Por lo general, cuando se alcanzaban los 75 voltios los maestros se ponían nerviosos ante los gritos de dolor de sus alumnos y pedían parar el experimento, pero la insistencia del investigador les hacía continuar. Muchos de los maestros continuaban con el experimento señalando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Si el maestro decía que no quería continuar, el investigador le decía:
1 – Continúe, por favor
2 – El experimento requiere que usted continúe
3 – Es absolutamente esencial que usted continúe
4 – Usted no tiene opción alguna. Debe continuar.

Si el maestro se negaba a seguir después de la última frase, el experimento se paraba. Si no, se paraba después de aplicar tres veces seguidas los 450 voltios. El 65% de los participantes llegaron a aplicar los 450 voltios. Todo el mundo cuestionó el experimento en algún punto del proceso, pero ningún participante se negó a aplicar más descargas antes de alcanzar los 300 voltios.
La teoría más interesante que explicaba los resultados de este experimento era la “teoría de la cosificación”. Según Milgram, la esencia de la obediencia consiste en el hecho de que una persona se mira a sí misma como un instrumento que realiza los deseos de otra persona. Por ello no se considera responsable a sí mismo de sus actos. Este sería el fundamento del respeto militar a la autoridad. Los soldados obedecen órdenes de mandos superiores entendiendo que la responsabilidad recaerá en dichos mandos.











No hay comentarios:

Publicar un comentario